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El Charro Negro.

El Charro Negro.

Hace muchos años, numerosas familias de mineros y jornaleros trabajaban a deshoras, muchos de ellos en condición de esclavos. Entre ellos se encontraba Juan, un hombre ambicioso que no dejaba de quejarse de su suerte.

Al terminar una jornada laboral, acudió a la cantina más cercana y comenzó a beber en compañía de sus amigos. Entrado en copas, les comento a sus compañeros: “La vida es muy injusta con nosotros. Daría lo que fuera por ser rico y poderoso.”

Cuando de pronto, un charro alto y vestido de negro entró a la cantina y le dijo: “Si quieres, tu deseo se puede ser realidad.”

Las personas que se encontraban en el lugar, al escucharlo se persignaron e incluso se retiraron rápidamente del lugar.

Lo que tenía que hacer era, acudir esa misma noche a la cueva del Coyote, que en realidad era una vieja mina abandonada. Juan insistió. A la hora acordada ya estaba parado frente a la mina, pero no vio nada extraordinario. Próximo a retirarse descubrió un agujero en el cual había una víbora que lo observaba fijamente. Impresionando con el inmenso tamaño del reptil, Juan decidió llevársela a su casa para poder venderla posteriormente. Llegando a su casa, la depositó en un viejo pozo de agua que se encontraba seco y lo tapó con tablas.

Su esposa intrigada por el motivo de la tardanza, pues el hombre seguía ahogado de borracho y le fue en vano saberlo. Cuando se durmió, Juan comenzó a soñar con la víbora, quien al parecer le decía:

“Gracias por darme tu hogar y aceptar que entre en las almas ustedes. Al despertar encontraras en tu granero el pago por tu alma. Si decides aceptarlo, tendrás que darme a tu hijo varón.”

Juan tenía dos hijos, uno de seis años y un bebé varón de seis meses. Al despertar, aún con algunos efectos del alcohol se dirigió al granero donde encontró entre el maíz desgranado unas bolsas repletas de monedas de oro. Enseguida el llanto de su mujer lo sacó de su concentración, su hijo menor había desaparecido, mientras que la niña señalaba al pozo sin agua. Retirando las tablas, Juan encontró a su pequeño despedazado, pero no había rastros de la víbora.

Con el paso del tiempo, como consuelo, empezó a adquirir terrenos y construyó una hacienda. Meses después, en sus sueños la serpiente le hizo un segundo trato: “Ampliar su fortuna a cambio de más hijos.”

Sin pensarlo, Juan se hizo de muchas amantes, todas oriundas de pueblos lejanos. Cuando daban a luz estas mujeres, el hombre se aparecía exigiendo a los menores para su crianza. Creciendo considerablemente su fortuna en unos años. Llegó el día de su muerte.

En el velorio la gente que se encontraba presente rezando, cuando entró por la puerta principal un charro vestido de negro que exclamó.

“¡Juan!, ¡estoy aquí por el último pago!”

Al decir esto, desapareció, dejando un olor a azufre. La gente integrada abrió el ataúd de Juan y no encontró más que el esqueleto. Desde entonces, se cree que el Charro Negro anda buscando quién cambie su alma y la de los suyos a cambio de unas monedas de oro.

Según la leyenda, el charro se sigue apareciendo en las noches, por las calles de las ciudades o en los caminos rurales. Siendo misterioso, en ocasiones acompaña a los caminantes, pero si la persona accede a subirse al caballo o recibe monedas de este, su suerte está dada.

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